El Barrio de la Huaca.




Desarrollo Urbano. Su historia
El Barrio de la Huaca
En la Huaca, como si fueran emisores de mensajes, existen patios de vecindad cuyos nombres nos remiten a la particularidad de cada uno de ellos, no obstante que se articulan en el conjunto de una estructura social mayor que es la ciudad, a partir de la cual adquieren sentido su asiento espacial y su contenido cultural.
Las casas de madera y teja baratas construidas fácilmente proporcionan las moradas más económicas posibles a los grupos de ingresos más bajos, que por necesidad tienen que gastar en alimentación la mayor parte de sus ingresos. El hecho de que éstas moradas no sean permanentes, por la naturaleza de su construcción ha ayudado a perpetuar las que no fueron demolidas.
De entre los cientos de nombres que tuvieron los patios de vecindad del Barrio de la Huaca, destacamos los que son objeto de éste dictamen: El Patio de la Favorita, San Nicolás, Tanitos y San Salvador, todos ellos conforman un conjunto urbano de casas típicas de madera y teja que nos remontan a las primeras construcciones para trabajadores en el puerto de Veracruz.
LA CIUDAD ES SU POBLACIÓN
Considerar que la ciudad solo con sus calles, sus plazas, sus edificios sin tomar en cuenta a las comunidades de hombres y mujeres que en ellas viven y conviven sus tendencias más o menos manifiestas y sus previsiones para el porvenir.
Los negros esclavos eran una población que tocaba puerto en forma obligada por el primer puerto de la Nueva España, pues desde el siglo XVI hasta el XVII, la compra-venta de esclavos se realizó por el puerto de Veracruz, incluso antes de la existencia de la muralla, el cabildo de la ciudad de Veracruz o los asentistas de negros acostumbraron construir grandes barracas donde alojaban provisionalmente a los negros esclavos traídos de África, de las áreas Sudanesas, Bantus, Congo y Angola, y en el Siglo XVIII los del Golfo de Guinea.
Durante un siglo a partir la Fundación de la ciudad de la Nueva Veracruz (1599), asistimos al forjamiento de una ciudad habitada mayoritariamente por negros esclavos, pardos libres, y por una minoría de españoles blancos, en un espacio urbano delimitado por una muralla y sus baluartes, entre los que destaca el Baluarte de Santiago, y las puertas de acceso para los de tierra adentro y los de allende el mar.
Dividido el espacio urbano por la muralla, entre los habitantes de intramuros (mayoritariamente españoles) y de extramuros se les llamó a éstos últimos los habitantes de los arrabales que formaban los barrios del Cristo y de San Sebastián a los que se les consideraba viciosos que se creían libresde la jurisdicción de la ciudad pese a estar sujetos y enumerados entre la feligresía de ésta Parroquia de La Concepción, intramuros de la ciudad; ambos espacios con sus historias convergentes conformaron la historia del conjunto urbano desde el tiempo en que fue dividida por una muralla.
En las primeras décadas del Siglo XVII, se registró una alta población negra en la colonia de la Nueva España, y se señala que en el puerto de Veracruz trabajaron cinco mil esclavos como estibadores en el muelle (1646); posteriormente, se forman los primeros cuerpos armados conocidos como Compañías de Negros y Compañías de Pardos compuesta por mulatos libres, éstas compañías se mantenían ubicadas en las afueras de la ciudad, en la parte extramuros de la muralla con el objetivo de defender a la ciudad de los ataques de los piratas.
A finales del Siglo XVIII cuando se creó el Consulado Independiente de Veracruz (1795) y a raíz de las reformas borbónicas, la ciudad extramuros registró un nuevo impulso a la población que allí se asentaba y empezaron a cederse terrenos para la construcción y de acuerdo al acta de Cabildo, 1793, existían extramuros de la ciudad dos barrios: el de Santo Cristo y el de San Sebastián con una población total de 586 habitantes en su mayoría compuesta por indios, negros y mulatos.
En días, en años, en siglos los oficios y procedimientos de los habitantes de los barrios fueron acumulando en la memoria colectiva de los lugareños de extramuros a la par de todas las vicisitudes que fueron conformando la historia del Puerto, de la cual por supuesto eran partícipes y ejecutores y a la par que el tiempo y sus circunstancias iban cambiando, el espacio permanecía como receptor construyendo el sentido de pertenencia.
En las casas extramuros (1881) habitaron personas cuyo origen fue la ciudad de Veracruz, le seguían los de tierra adentro que entre otros lugares mencionan a Tlalixcoyan, Tlacotalpan, Cosamaloapan, y la ciudad de México. Por último, se anotaron los extranjeros cuya procedencia mayoritaria fueron españoles, americanos de Estados Unidos de Norteamérica, y le sguían en orden descendente cubanos, para luego registrar personas de Francia, Portugal, Italia, Islas Canarias, Venezuela, Jamaica, Puerto Rico, y un africano. Los oficios mayores fueron:
Lavanderas, comerciantes, albañiles, labradores, carreteros, tocineros y jornaleros, los minoritarios: Tejedor, sereno, cantero, tortillera y aguador.
En éstos espacios habitacionales convivieron personas venidas de allende del mar y de tierra adentro, en situaciones de riesgo para las identidades, que con un gran caleidoscopio con cada nuevo movimiento social, encontraban un punto de referencia, cuya fragilidad permitía que otro suceso reordenara los puntos de referencia identitaria conocidos. No obstante al paso del tiempo se fueron sedimentando experiencias individuales y colectivas que permitieron hablar de una identidad común que pronto resultó en una identidad local.
Vivir en un patio de vecindad significaba estar en una actitud contradictoria de rechazo y aceptación; solo a través del valor cotidiano de la resistencia, era posible mantenerse a la expectativa de los cambios y aprovecharlos para definirse, definiendo su propio entorno.
Cuando un nuevo inquilino de Oaxaca o de Portugal llegaban a un mismo espacio, el patio de vecindad se encontraba desprovisto de referentes comunes, sin embargo, partían de una misma situación: Ambos llegaban a un espacio que les era ajeno, pero en el cual tendrán que construir parte de su historia, con todo su pasado mítico, su bagaje cultural y su propuesta de vida.
A partir de éste momento se pondrán en tensión todos los elementos de su bagaje cultural y la nueva actitud que tendrán que forjarse para dar satisfacción a sus necesidades mediatas e inmediatas, deslizándose en una cotidianeidad que les reconstituye el valor que le dan a la vida. En éste trayecto aprenderán a defender sus propios intereses y a reforzarse con los intereses similares a los demás. En un constante ceder y aportar, encontrará un lugar en la nueva sociedad que le acoge y justamente en este momento, podemos hablar de que se ha fraguado en los de allende el mar o en los de tierra adentro, su nueva identidad: la identidad porteña de los patios, en nuestro caso, del Barrio de La Huaca, herederos de aquél peculiar mestizaje histórico entre indios, negros, pardos, mulatos y españoles.
Los trabajadores que llegan del interior del país, o de otros lugares, allende del mar, se integraban a los patios de vecindad como lugar de residencia, desde donde lograron generar una cultura de resistencia y tolerancia con expresiones genuinas de transformación social.
Fueron insertándose a un mundo donde no solo garantizaban su supervivencia sino también su capacidad transformadora al volver conscientes sus condiciones de vida y su vida misma. Fue allí donde su convivencia con la multiplicidad fue de nuevo, punto de partida para códigos culturales para un mestizaje tropical y caribeño que se volvió identidad y cuyas características distintivas lograron influir sobre los patrones de conducta, costumbres, tradiciones, y otros aspectos de la cultura histórica del puerto de Veracruz.
Resulta interesante resaltar que en las actas de defunción igual que en otras partes del país se continúa registrando la raza a la cual perteneció la persona: raza criolla, raza indígena, raza blanca e incluso combinaciones como blanca mezclada con indígena.
Unos años antes de iniciar el siglo XX, en la populosa calle del paseo de la Alameda y otras ubicadas extramuros en la muralla de la ciudad, convivieron hombres y mujeres que en su mayoría eran inmigrantes del interior de la república, le seguían en número los propios porteños y finalmente los de la ciudad de México con fogoneros de Puerto Rico y Jamaica; comerciantes españoles con labradores portugueses o venezolanos; sastres cubanos con vaqueros de Tlalixcoyan un zapatero de Guanajuato con un carpintero africano o un francés y un xalapeño con oficio de tocinero.
De este multifacético convivir, nacieron vínculos de integración temporal, que reforzado por la convivencia en los patios de la vecindad, permitió que afloraran características propias del sector trabajador porteño. De los temas esbozados anteriormente se han ido desprendiendo formas de vida cotidiana, de lucha política y de tradiciones culturales que nacidos en aquel periodo aun hoy permean la vida social porteña.
En el ámbito cotidiano de los patios de la vecindad, fue donde se conformo parte de una identidad de finales del S.XVII, XIX y XX, cuyas características distintivas permearon los variados patrones de conducta, tradiciones y elementos culturales y políticos de otros sectores de la sociedad porteña.
El carácter comercial de la ciudad les dio a sus habitantes por extensión una apertura para establecer relaciones, aunque no fuesen vinculantes, con otros hombres y mujeres, el arte del contacto seductor y efectivo para colocar la mercancía.
El patio de la vecindad la FAVORITA
El patio La Favorita pertenece a un conjunto arquitectónico que ha configurado y expresado una cultura de sus habitantes que al adueñarse del espacio ha mantenido rasgos propios, los cuales les han permitido construir y perseverar la identidad de sus miembros. Asistimos a una identidad local, donde el espacio otorga el sello.
El patio de la Favorita esta registrado como la propiedad con construcción de madera y teja desde el año de 1883. (ver Anexo II); y como espacio habitacional, lo podemos ubicar